Telón por Pablo
Siempre me parece que se cierra demasiado rápido.
Cuando el telón se abre, como cuando empiezan los ensayos, todo es incertidumbre y emoción, y parece que esos segundos duran más de lo que les toca. Igual que los momentos antes de saborear un dulce nuevo.
Sin embargo, el fin de algo no tiene ningún encanto por sí mismo. Siempre es abrupto. Cuando el guión de la obra se acaba, sólo queda un decorado huérfano y unos personajes sin futuro que el telón, casi con vergüenza, se apresura por ocultar. La cortina se cierra e irremediablemente la sala se vacía. ¿Y si los Briones y los Ojeda tuveran más cosas que contar? Da igual. Don Enrique sólo les dio dos horas de vida, y el telón es un ejecutor implacable.
Lo que le da el sentido que se merece a un proyecto así una vez que está muerto y enterrado (posiblemente alimentando a un retoño de almendro) son las personas. Las personas que tuvisteis paciencia conmigo al tener que ensayar los viernes y algún jueves. Las personas que vinisteis a vernos pese a las dificultades, y las que no vinisteis pero os interesasteis (cuando el vídeo esté en internet os lo vais a ver enterito cabrones xDDDD).
Y más que nada, las personas que lo hicisteis posible, arrimando el hombro hasta el último ensayo (y muy especialmente ese día xD) y haciéndomelo pasar como un enano.
Un año de ensayos se culmina en sólo tres representaciones, a cada cual mejor. Y ha merecido la pena, como siempre, por esas personas y esos recuerdos que me dejan, recuerdos que me llevo a casa junto con la colcha, los perros y la diana y que se quedan conmigo.
A todos vosotros, GRACIAS.
Ahora lo único que queda es vigilar a los ladrones tocando las campanas en Calzada de Calatrava mientras un cuadro me dice «te quiero», poniéndome entonces a cuatro patas a mirar hojas de almendro Al Microscopio!, para luego ir pisando azúcar que suena a hueco con un Pelagatos de genio destemplado y desigual. Lo entendéis? No? Ah, bueno… por eso.
Telón.